Tag: Sanmamed
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Los nociceptores son esas células nerviosas especializadas en el dolor. Recorren todo nuestro cuerpo a través de la médula espinal, la piel, los músculos, las articulaciones, los dientes y algunos órganos internos. Estos solamente se activan cuando detectan algo que podría provocar un daño. El umbral del dolor mide la intensidad del dolor que podemos soportar antes de que estos nociceptores envíen la señal para cesar lo que nos provoca el dolor. Este umbral no es inmutable. Es decir, algunas sustancias químicas pueden disminuirlo. Cuando las células se dañan, empiezan a soltar éstas sustancias químicas en abundancia, provocando así que un simple roce pueda producir dolor. Aquí es cuando los analgésicos de prescripción médica entran en escena. La aspirina y el ibuprofeno (AINEs) bloquean la producción de una de estas sustancias químicas que bajan el umbral del dolor.: la prostaglandina. Esta provoca la subida de la fiebre, inflamación y baja el umbral del dolor. La aspirina y el ibuprofeno bloquean las proteínas que
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Cada persona maneja el dolor de una manera diferente. Esto se demuestra cuando se somete a dos personas diferentes a un mismo estimulo doloroso. El dolor es una sensación y emoción no placentera asociada a un daño real de un tejido. Es algo que cada uno experimentamos, por lo que cada uno lo siente de manera diferente. El dolor tiene intensidad y es descriptible. Por ejemplo, en una escala del cero al diez, podemos definir cero como “sin dolor” y el diez como el “dolor inimaginable”. ¿Qué crea estas percepciones del dolor? Cuando nos hacemos daño, unas células que tenemos en los tejidos, llamadas nociceptores, envían una señal al cerebro, concretamente al córtex, donde se procesa la información recibida y se decide que hacer para cesarlo. Dado que el dolor puede tener consecuencias importantes, inmediatamente se activa la prominencia: la atención. El cerebro envía señal para que, por ejemplo, si el dolor proviene de poner nuestra mano sobre una estufa caliente, la
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Una caída de la infancia, un golpe contra una esquina, son anécdotas de nuestra vida que solemos llevar marcadas en nuestra piel a través de cicatrices. Estas marcas significan una desfiguración en nuestra piel, aunque en muchas culturas se utilizan para recordar algún rito superado, o simplemente como decoración estética. Pero la secuela no es solamente estética, si no que existe una disfunción importante en las células epidérmicas de las zonas cicatrizadas. Las células sanas del tejido epidérmico están unidas por colágeno. Esta conexión es imprescindible para el correcto intercambio de nutrientes, la comunicación intercelular y la adhesión. Si se produce una herida profunda, esta conexión se interrumpe. Durante la curación el colágeno se recoloca en el lugar de la herida pero no lo hace de la forma original, si no que se reordena de manera diferente e incluso acumula más colágeno del que habría en un fragmento de piel sana, por lo que se impiden los procesos naturales como son el
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